Bajaban a vivir en las barriadas, en los arrabales de la gran ciudad, miles de hombres y mujeres locos con la posibilidad de encontrar en ella la fuente donde satisfacer sus necesidades. Eran pobres el campo y la provincia y ofrecían pocas oportunidades.
Había, en cambio, en la gran ciudad el más alto nivel de vida: lindas tiendas, calles iluminadas, médicos, trabajo, gente divertida. ¡Oh, sí! Trabajos remunerados y decentes algunos encontraron, pero los más de ellos por calles y plazas limosnearon.
¿Y las mujeres? O en el servicio doméstico o en las calles del barrio rojo donde los hombres acudían a poner sus bolsillos en remojo. No había otra salida honesta para la pobre gente. Tenemos que convencernos de que una cosa era evidente: Física, moral, económicamente, ya acompañadas o ya solas, era la máxima siempre en la ciudad: abuse usted de las cholas.
LA CIUDAD DE LOS REYES. TRILOGÍA LIMENSE.
HERNANDO CORTÉS.
