domingo, 22 de mayo de 2011

NO SOY NEUTRAL

"Amigos míos, estos son días en que la neutralidad es cobardía. Dicen los sicólogos asesores que la clase media peruana es timorata y acomodaticia y que basta asustarla porque prefiere la corrupción siempre y cuando no se toquen sus intereses. Siempre sentí que la gente de teatro no era así".



Hay momentos en la vida en que la neutralidad puede convertirse en una actitud culpable. Circunstancias que obligan a decidir por una opción sin atenuantes para eludirla. Son momentos graves en que debemos pensar nuestras decisiones con la más profunda convicción de que hemos eliminado el egoísmo, el miedo, la renuencia, en que más que nunca debemos anular todo resquicio de egolatría para pensar como un colectivo, como un ser nosístico, como un ser solidario.

No nos preparan para estos momentos en la sociedad individualista, no tratan de esto los libros de superación personal, no habla de esto el liderazgo, porque todas las recetas y fórmulas de éxito que han proliferado pueden reducirse a una sola consigna: potencializa tus energías y empuja con ellas sin pensar en los demás. Parece una buena opción, pero encierra la posibilidad del miedo cuando “mis fuerzas” fallan, cuando siento que si me quitan mis seguridades personales, mi “vida de éxito” se derrumbará. Y eso me hace débil, a pesar de la fuerza aparente que me da el bienestar personal que haya podido conseguir.

Los sicólogos y estudiosos de la personalidad que asesoran a los candidatos en épocas de elecciones tratan de identificar estas debilidades en los electores para erigir a partir de ellas las posibilidades de triunfo de sus asesorados. Son muchos los intereses que están en juego y copiosas las ganancias que se obtendrán de acceder al poder, así que éste más que el servicio a la nación y a su crecimiento, se convierte en el bastión que hay que defender cuando se le detenta o que hay que propiciar lo ocupe el que más conviene a nuestros intereses. Es entonces que la numerosa masa ciudadana que vive en los sectores llamados populares es requerida porque aportará el invaluable voto que asegurará la continuidad “legal” en el poder de los poderosos -no por casualidad así llamados sino porque ha mucho que detentan el poder para su beneficio.

Ante esta dicotomía no caben neutralidades: se está con uno u otro. No hay razón objetiva que me lleve a votar en blanco porque no creo en nadie. No obstante lo evidente de los extremos (mayoritario y empobrecido uno y enriquecido y minoritario el otro) no se dividen bruscamente, encierran un sector llamado clase media que fluctúa su pobre-riqueza o su rica-pobreza sin llegar a identificarse con estos extremos que lo limitan. Y como es propio del deseo de bienestar, esta clase media pugna por acercarse a los estratos opulentos aunque sea para recoger las migajas de su banquete, servirles de mayordomos, gozar de sus prebendas, alejar sus narices del olor detestable de la pobreza, a la que sin embargo deberá recurrir en época de elecciones porque su voto es el que finalmente decidirá.

La cuestión en realidad debería ser de fácil solución si las mayorías fueran un bloque, pero una de las estrategias nefandas de los poderosos es la de mantenerlos divididos o corromperlos con el partidarismo o la limosna, con el pequeño poder o la demagogia. Hasta han llegado a crear guetos en los que mantienen dentro de cierto mínimo bienestar a sus futuros electores en una versión actualizada del pan y circo romano, traducidos en óbolos de “víveres” y contratación de artistas o deportistas desclasados. Y es a esta altura en que los que elegimos el arte como medio de lucha por la supervivencia, que de todas las artes optamos por el teatro, debemos decidir para qué hacemos teatro. Porque los motivos pueden ser personales, íntimos, propios, pero no se puede decir lo mismo de la pregunta para qué hacemos teatro, porque los fines de las profesiones siempre son sociales. Hay un comportamiento ético en toda profesión que obliga a ponerla al servicio de la sociedad. Claro, ya hemos dicho que esta sociedad está sectorizada, estratificada, dividida y como tal tendremos que elegir entre sus extremos o colocarnos en la cómoda, neutral y fluctuante posición intermedia porque “aquí sólo se viene a hablar de teatro, pero no de política” y pronto dirán “aquí se viene a hablar de teatro pero no de la vida”. Y hablarán del teatro, el arte de la participación y del compromiso absoluto con los problemas sociales y existenciales del los seres humanos, como de un lugar deodorizado, pasteurizado, ajeno al dolor humano, desarraigado, indiferente.

Amigos míos, estos son días en que la neutralidad es cobardía. Dicen los sicólogos asesores que la clase media peruana es timorata y acomodaticia y que basta asustarla porque prefiere la corrupción siempre y cuando no se toquen sus intereses. Siempre sentí que la gente de teatro no era así.

Una mafia está pronta a ocupar el poder en el Perú y ha convencido a muchos de que no volverá a ser igual. No es posible entonces quedarse callado, neutral. Los viejos deberemos salir del casillero mental de nuestras ventajas (que nos hace avaros para conservarlas), los adultos plenos deberán analizar dónde están ubicados verdaderamente (sin falsas ilusiones arribistas), los jóvenes debieran simplemente ser jóvenes y se agruparán donde sus ideales los coloquen, pero, ay, también se han encargado de atemorizar y deformar a la juventud con falsas alarmas, con miedos infundados. Nunca fueron más desinformantes y deformantes que en este momento de nuestra historia los medios de comunicación. Eso es lo que nos hace un país sin memoria, porque vivimos satanizando las Comisiones de la Verdad, porque tenemos un sector de periodistas venales que decidieron servir -y servilmente- a las ambiciones de los propietarios de los medios para los cuales trabajan. Judas conscientes que venden la libertad del pueblo por treinta dineros. Ellos azuzan el temor y la ambición de los timoratos y acomodaticios y desconciertan a los jóvenes a través de sus familias atemorizadas y desde su silencio culpable de la verdad. Tal vez se recuerde en tiempos mejores este momento como el más infame de nuestra historia porque nunca tantos se juntaron para propiciar el triunfo de la ignominia y la corrupción.

Recuerdo que alguna vez vi la misma sonrisa de Keiko Fujimori en su padre el delincuente Alberto Fujimori. Cómplice de sus fechorías, dejó que enloquecieran a su madre y prefirió la vida muelle de palacio y una educación foránea pagada con dinero robado a las arcas del país. Mucho se ha hablado de ella en estos días en que lucha por tener las llaves de las celdas de sus cómplices para liberarlos. Los cadáveres de los mártires de la Cantuta, de los Barrios Altos, que no se nombran ya, me dicen que no puedo ser neutral y porque no lo soy, les escribo esta carta como hombre de teatro que respeta su profesión y la ejerce con todo su conciencia política por la dignidad de los peruanos.

Fraternalmente

Ernesto Ráez Mendiola

hombre de teatro peruano

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Ernesto Ráez Mendiola
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