martes, 27 de enero de 2009

CINES DE ANTAÑO

Hoy, los majestuosos cines de ayer, se han convertido en antros de sexo al pasO.




Lugar de extraños visitantes
Hasta los antiguos cines ubicados en el centro de Lima, llegan diariamente personas de toda clase: hombres de buen vestir, jóvenes, viejos y hasta mujeres que se sienten atraídos por esos insinuantes títulos de colorida fuente. Por tres soles cincuenta se puede disfrutar en estos cinemas de películas de candentes escenas y pobre argumento.

Cuando la noche viste de negro el cielo limeño, la clientela de estos cines se diversifica más, escolares sedientos de curiosidad, hombres con atributos femeninos, jovenzuelos de atrayente aspecto y señores de su casa en busca de nuevas experiencias; todos pasan por las miradas inmorales y cómplices de los vendedores de boletos y los porteros.

Ya dentro el espectador queda atrapado por el denso humo de los cigarrillos, la pantalla que antaño proyectará grandes obras del cine mundial, ha dado pasó a largometrajes monótonos y sin argumento, donde desconocidos protagonistas se despojan de sus vestiduras para dar rienda suelta al ritual de la “copulación”.

Servicios personales
Los gemidos femeninos, los envistes masculinos y las extrañas posiciones que “logran” estos experimentados actores, propias de estrellas circenses, generan en el público expectante morbosos pensamientos, actitudes insinuantes y acciones masturbatorias que terminarán por salpicar no sólo las viejas butacas de estas viejas salas.

En medio de toda esta actividad, los hombres de apariencia reservada se acercan hasta los travestís, negocian y sin el menor reparo se acomodan en la butaca y recrean la película. Otros se buscan con la mirada, se acercan y sin pronunciar palabra alguna dan paso al acto de la felación. Los fornidos muchachos en cambio, se pasean por la sala y luego se dirigen al baño.

El baño de varones siempre está lleno y los condones los vende algún perfecto desconocido en la puerta, a sólo un sol. En el interior los jóvenes esperan parados al lado de los urinarios, dan tarifas detallando medidas viriles; lugar y tiempo del servicio. Al cerrar el trato sonríen y unas parejas entran en los cubículos para concretar lo pactado; otras salen en busca de un lugar más cómodo, en esta Lima nocturna que se sacude de todos sus prejuicios.